miércoles, 27 de junio de 2012

“Del amor y otras falacias”



Por: Nancy Cárdenas

“Y vivieron felices para siempre”. Entonces Laura dibujó una sonrisa vislumbrante que atravesó el medio perímetro de su rosto. A sus 5 años ella ya sabía lo quería en esta vida, su principal objetivo: encontrar al príncipe azul. A sus cortos años, nadie nunca antes se lo había mencionado antes, total… tiene 5 años. ¿Qué se puede saber del amor a esa edad? Sin embargo, nadie esperaba que aquella sería una melómana insaciable, una adicta a las canciones románticas y cursis, una experta en listar con los ojos cerrados los detalles de cómo debía ser su príncipe azul y ya no sólo animado, sino de carne y hueso. Laura sabía perfectamente cómo reconocer a  su media naranja. Total, ¿Qué tan difícil  podía ser, si reconocía de izquierda a derecha las características del amor verdadero?

Kate Millet, feminista que en los setenta que  dijo el lema “lo personal es político”, nos dice que “El amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas". Si bien, el amor se entiende cuando no lo entiendes, se siente sin premonición o aviso previo. De pronto crees que es la persona perfecta que siempre esperaste y que no existe otro ser igual a él que pudiera adaptarse a tu ideal del amor. Pero entonces la pregunta no es, si te ha dado chocolates, cuántas veces te ha invitado al cine o ha llegado a rescatarte en medio de un conflicto armado (hablando en tiempos modernos), no, sino la pregunta es  ¿Qué significa el amor para esa persona?

La BBC tiene un documental sobre la química del amor y las explicaciones científicas de por qué nos gustan cierto tipo de personas. Aunque no lo crean, la amígdala es la parte del cerebro que procesa las emociones. Cuando alguien te gusta, envía una descarga de hormonas, de adrenalina y noradrenalina, por todo el cuerpo. Estas hormonas hacen que tu corazón lata hasta tres veces más rápido de lo normal. La sangre se desvía de tu estómago y se va a otros lugares como las mejillas (por eso nos sonrojamos) y…a “otras partes convenientes del cuerpo” tal como comenta Mayra Zepeda, articulista del blog “Animal Político”. 

Sin embargo, a pesar de que algunos científicos afirman que este rico coctel de sustancias cerebrales hacen que nos enamoremos, existe una serie de características que por más que las endorfinas te mareen con su empalagosa sensación, estas de cierta manera te predisponen a cierto tipo de expectativas, que son fruto sin más ni más de tu contexto. Tal como lo afirma Ignasi Morgado, articulista de periódico Vanguardia “el desarrollo de la corteza cerebral confiere al amor romántico, además de componentes motivacionales instintivos, otros emocionales esculpidos por el tapiz con el que hemos crecido”.

 Incluso, filósofos han llegado a la conclusión que la idea del amor romántico no es sino una construcción cultural nacida en Norteamérica cuyo origen podemos precisar tanto en el tiempo como en el espacio.  Nos vemos tapizados de ideas que nos bombardean con expectativas falsas y otras veces ciertas de cómo debe ser, sentirse y vivirse el amor. Eduardo Padilla, articulista en el portal SDP noticias, enuncia que la mercadotecnia y el amor van de la mano y es así como diversas empresas del ámbito comercial, cinematográfico y televisivo se han aprovechado de sentimiento humano para elevar sus ventas o atraer consumidores. Pues al igual que el sexo, el amor vende. 

¿Será entonces que la idea del príncipe azul y la media naranja han estigmatizado a través de los años los estándares y expectativas amorosas que nos muestran los medios de comunicación? Inevitablemente y aunque se tope frente con pared, en alguna ocasión hemos sido víctimas de esta engañosa y cruel idea sin darnos cuenta.

Félix Loizaga Latorre, Carlos Prieto González, profesores de la Universidad de Deusto,  afirman que en el cine, las personas no se limitan sólo a visionar una película, sino que se involucran en las historias, sintiendo lo que sienten los personajes: pasión, tristeza, amor, odio… Y en ocasiones, el espectador no es consciente de esto. La mercantilización del amor y  la sexualidad humana a través del cine ha ido creando modelos a partir de los cuales, podemos orientar nuestras acciones. En otras palabras, es generador de ideología, activando emociones, comportamientos, cogniciones y elaborador de actitudes.

Nunca pensé que Disney, Warner y la mayoría del rubro cinematográfico y televisivo “Made in Hollywood” tuvieran algo que ver en las  rupturas del corazón, de los divorcios y de las aberraciones amorosas maquiavélicas. Fuera de broma o exageración, es cierto. El amor romántico incide más en las mujeres debido a la promoción moderna del ideal de felicidad que nos muestran estos audiovisuales. No de nada llegamos a creen en la frase “el amor verdadero es para siempre” o que a costa de todo por derecho innato y sólo por ser mujeres, los hombres deben implorarnos de rodillas por amor como si se tratara de un cuento de princesas.

En sí, las novelas rosa, el cine de amor y gran número de series televisivas, usan el infalible recurso “amor” para asegurar el éxito dentro del mercado. “La producción de cine y vídeo es un ejemplo destacado de como las industrias culturales, como vehículos de identidad, valores y significados, pueden abrir puertas para el diálogo y la comprensión entre los pueblos, pero también para el crecimiento económico y el desarrollo”, declaró  el director general de la UNESCO, Koichiro Matsuura. ¿Se puede convertir el cine en un medio que poco a poco logre modificarnos?

Se sabe que la India es el primer productor de cine en el mundo, Nigeria es el segundo país del mundo que más películas, a poca distancia de India y claramente por encima de los Estados Unidos, al cual casi duplica en el número de films, según revela una encuesta sobre el cine mundial hecha por el Instituto de Estadística de la UNESCO (IEU).

Sin embargo, nuestra ubicación y contexto nos han situado a través de los años en un campo occidental. En México, el mayor consumo de audiovisuales son provenientes de Estados Unidos.  Marién Estrada, en una publicación para la Revista Mexicana de la Comunicación, evidenció a través de un estudio a nivel nacional en 2002, que en nuestro país el 73.5 por ciento de las películas que se exhiben provenía de Estados Unidos y 5.88 de México.

Con esto damos cuenta que a través de los años nuestra propia sociedad se visto influida por las ideas consumistas del país vecino. Inconscientemente hemos crecido con una idea distorsionada y esquematizada del amor que nos hace creer y exigir ciertas cosas, aspirar y anhelar cosas no reales. En realidad, con el tiempo y gracias al mismo contexto  en el que nos desarrollamos y las experiencias reales del amor, nos han ido hecho caer de sentón en la realidad, trayéndonos de nuevo una personal y fantasiosa construcción del amor.