Y fue así como llegó a este
punto. Año tras año, momento a momento los días fueron desprendiendo las
esperanzas de sus expectativas en materia de asuntos jugosos del corazón. De pronto y sin darse cuenta, las
viejas canciones de amor que solía escuchar y gesticular con un sentimiento
intenso, ahora ya no tenían esencia alguna. ¿Cómo fue que un día se levantó sin
corazón?
Martín siempre había tenido un
aire desentendido. La gente difícilmente lo comprendía y no encontraba una
traducción coherente a los algoritmos de su mundo. En realidad eso poco le
importaba, él disfrutaba de la complejidad que representaba su nata y tan
escasa personalidad. Pero eso es otro asunto del que después les contaré.
No es que Martín odiara el amor,
simplemente ya no creía en él. Ahora era un
sujeto que andaba por las calles con el alma deslavada, con los ojos
fríos y con un aire de invencible. Y digo invencible porque cuando uno se
enamora se vuelve vulnerable y esto lo hace a uno mortal. Mortal ante la
posibilidad de perder la cabeza, mortal porque de pronto sustancias extrañas
confunden los pensamientos alterando la percepción de la cosas. Sí, era peor
que estar terriblemente borracho y no poder hacer un patético 4.
¿Ahora ven por
qué le repugnaba la idea de estar enamorado? ¿Qué sentido tenía? Martín
lamentaba la idea de terminar siendo un casado coqueto con melódicos discursos
ensayados esperando algo más a cambio o ser uno de esos reprimidos
personajes con una vida alterna y desconocida.
Sin embargo mucha gente lo hacía.
Era clásico enterarse de quisquillosas historias a voces; de rompimientos
continuos y de grandes desamores en los que sientes que mueres y que ya no vale
nada la pena. Una y otra vez… como si un chip genéticamente instintivo
controlara todas esas veces absurdas y otras no tantas en las que uno pierde la
cabeza por la existencia de un “cualquiera”. ¿Qué tan malo podía ser esto? ¿Qué
acaso las historias más conmovedoras no habían sido víctimas de un intenso amor
inigualable? Me pregunto qué habría opinado Yoko Ono si la nominaran como la
protagonista de una de las historias más apasionadas ( o en su defecto, de las más
abominables) de los 60’s o ¿qué maravilla del mundo supliría al Taj
Mahal, si el emperador Shah Jehan no hubiera perdido la cordura por Muntaz
Mahal?
En fin, volviendo a la historia, debo
hacer la acotación de que Martín no siempre fue así. Aún recuerdo cuando su
corazón era transeúnte ante cualquier gesto tierno y despiadado, ante una larga
cabellera o frente a un estilo
alternativo y desfachatado. Así era. Sus profundos ojos apiñonados se
revolcaban y se volvían presas ante la
presencia de alguna señorita perfecta de cintura esculpida. ¿Acaso eso fue
desgastando la sensación del amor?
Ahora todo era tan distinto a
hace algunos años. Antes podía pasar los días pensando en la belleza incógnita
de una desconocida, ahora tan sólo le deleitaba tener la habilidad de predecir
futuras infidelidades de parejas desconocidas u observar cómo con sus miradas
reflejaban relaciones condenadas al
fracaso –Patéticos-pensaba. Era absurdo
el tan clásico comportamiento de estar con alguien por costumbre, por miedo a
estar solos. ¿Quién podía merecer la felicidad compartida si no se tiene la
capacidad de tenerla por uno mismo?
Llámese don o una vasta
experiencia en analizar los asuntos amorosos, era cierto que él mismo negara
que el amor era algo que lo tenía sin cuidado, en realidad y sin duda alguna,
era uno de los sujetos más “acorazonados” de la historia.
El desamor ha forjado a los más
grandes románticos. ¿Quién puede decir que ha sentido el amor si no se ha
desgarrado primero? ¿Qué sentido tendría la vida sin amores de eso intensos que
no siempre resultan pero que hacen que uno sienta que vive?
El amor no siempre tiene que ser
perfecto. Las historia de la vida real
no siempre terminan con el esperado final feliz ni con un vivieron felices por
siempre. Sospecho que esa idea ha llevado al fracaso a tantísimos ilusos que
creen que la vida es como en los cuentos o en películas, en las leyendas o en
la ficción.
En realidad en la vida real es mucho más
complejo. ¿Pero es tan imposible tener un final perfecto? Esta pregunta
parecería un mito, un cliché. Uno nunca sabe, puede o puede no ser.
La historia de Martín ahora que
lo pienso es una de esas que no se esperan, una de aquellas que el mismo no
evoca y no quiere, pero al final siempre termina pasando. Uno puede correr,
puede escapar, incluso puede gritar su gran repudio al amor. Pero cuando llega
ni aunque te escodas lo puedes quitar o borrar. Total, cuando menos lo esperas
todo puede pasar y es así como la historia de Martín apenas acaba de empezar.