
" Y así somos los mexicanos..."
Aún recuerdo cómo fue mi tan planeada llegada. En realidad lo planeado fue desplazado por lo espontáneo y lo espontáneo a su vez, le dio una marcada cachetada a mi pasado. Habían pasado ya seis meses desde que me marché de México y al transitar de nuevo por las calles de la ciudad, vi un letrero que atrapó mi atención. ¡A pocos días de la independencia, viva México! Entonces pensé ¿Qué tan independientes somos realmente? ¿Habrá algo que celebrar?
Me vino un flashback de mi pasado. Debo admitir que antes las fechas patrias me parecían una absurda construcción de la radio y la televisión. Una retorcida y ambivalente tradición que servía de pretexto para sacar a flote nuestra tan característica condición de parranderos. Odiaba como año con año te obligaran a asistir al desfile interminable y a las horas de calor con uniforme. Era celebrar sin realmente celebrar.
“Darle la vuelta al calcetín” de pronto vino esa frase a mi mente. Mi profesor español solía remarcarla para cambiar el enfoque con que veíamos las cosas y después de estar en la Madre Patria algún tiempo, supe que eso definía mi nueva visión. Entonces ¿Qué era ser mexicano?
Podemos ser no muy altos, con tez morena y con un acento marcado. Es casi imposible pasear por el mundo sin que seas reconocido como tal. Realmente las características por las que nos identifican son una mezcla de mercadotecnia y publicidad. Ser mexicano va más allá de un pasaporte que lo indique o un sombrero con botas y bigote, tal cual lo plasmaba Vasconcelos. Resulta irónica la reacción inmediata de decir “mexicano” y que la gente evoque a María la del barrio o algún bar de Tijuana repleto de forasteros.
Podemos resultar únicos en comparación con otras culturas, pues al estar en otros países, sientes que son otros mundos, incluso aunque hablen la misma lengua. ¿Entonces qué tan diferentes podemos ser de una raza a la cual históricamente estamos tan ligados?
Las influencias no las podemos negar. Y a pesar de que hoy en día celebramos una “Independencia de España”, seguimos conservando rasgos que a través de los años son imposibles de borrar pero también los hemos ido modificando conforme a la personalidad de nuestra sociedad.
Recuerdo que al llegar a España, mi primera impresión con una camarera fue algo terrorífica. A primera instancia te puede impactar el fuerte tono del español y la sinceridad para decirte las cosas. No tienen pelos en la lengua. Es curioso cómo nosotros los mexicanos solemos adornar con preceptos y palabras las cosas para que los demás las tomen de buena manera. En mi vida, me habían regañado por repetir la palabra “gracias” en el mismo minuto. A los españoles les saca de onda la constante repetición del agradecimiento, en cambio en México, es una falta de educación no hacerlo.
Mis primeras peleas con el idioma me confrontaron. No era mi culpa no entender que cuando decían “está cabreada” no evocaban a un animal, sino un mal humor exagerado. O que al momento de pedir un pan dulce, fruncieran el ceño y me voltearan los ojos y que hasta mil explicaciones después, llegáramos al mutuo acuerdo de que lo que quería era una pieza de “Bollería”. En fin, a pesar de ser el mismo idioma, cada cultura tiene sus propias características.
Sería interesante que nosotros los mexicanos aprovecháramos más esa singularidad y espontaneidad para destacar y no para sobresalir en la noticias como contrabandistas ingeniosos detenidos en Hong Kong. No en vano Butragueño afirmó que como el chicharito, sin duda alguna hay más mexicanos con la capacidad de brillar.
México tiene las herramientas para ser grande. Tenemos libertad, pero debemos aprender a coordinarnos. Es curioso ver como en Europa se tiene una serie de estrategias para proteger su mercado y su cultura de lo norteamericano.
Recuerdo aquella tarde cuando llegué a la estación de Madrid. Mi estómago rugía y mi presupuesto estaba limitado por una decreciente conversión y por absurdas adquisiciones de souvenirs. No ver las calles tapizadas con letreros comerciales anunciando una doble hamburguesa con queso o un combo con papás y refresco era extraño.
Ahora entiendo porque España es el país que menos gasta en comida rápida en el mundo (EAE bussiness School). Ese día me resigné a cambiar mis esperadas papás a la francesa por un famoso “bocadillo” de jamón serrano. ¿Será que nosotros los mexicanos estamos tan influenciados por el exceso de publicidad norteamericana que al momento de elegir optamos instintivamente lo pre- fabricado?
En realidad ni siquiera lo negamos. Nos sentimos orgullosos de que mes con mes, se abra un nuevo negocio de “mundo” y creemos que eso nos situará más cerca de ser un país primermundista. Lo cual es un error.
En México, desgraciadamente muchas veces estamos parados en el pódium de inconsciencia. Por ejemplo, actualmente nuestro índice de obesidad va en aumento. Es cierto que cuando nos gusta algo no escatimamos y solemos posponer la fecha para ahora sí empezar la dieta ejemplar. Total, qué más da esperar a que pase Día de muertos, Navidad, año nuevo y después la candelaria. ¡Imposible perderse los tamales y el atole que a Lupita le tocó invitar!
Es por eso que, cuando festejemos el 16 de Septiembre hay que celebrar aquellas cosas de las que estamos consientes, no sólo la ambigüedad. Samuel Ramos dice, que “los hombres se moldean de acuerdo a las circunstancias de su historia”. Dejemos de seguir el absurdo modelo que proyectan las películas de narcos y las novelas de la tarde. Creo que como mexicanos tenemos mucho más que compartir con el mundo que un “wey” y minutos de impuntualidad.
Nuestra historia nos ha heredado muchos complejos y defectos. Ideologías llenas de desigualdad y vicios entrañables. Sin embargo también ésta misma nos ha hecho más fuertes, solidarios y sobretodo muy humanos. Javier Sicilia no erró al asegurar que la sociedad mexicana tiene fuerza moral para resistir y luchar contra la violencia que ejercen los criminales y los gobernantes corruptos, para abatir el mal.
Sabemos sobreponernos y eso lo reflejamos ante el mundo. Es por eso que en estas fechas en las que celebramos ser mexicanos, debemos recordar aquello que nos hace serlo y no lo que lo festejamos por cotidianidad. Pues el mexicano en todo el mundo, no tiene otro igual.
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